Jerte
"Historia bañada por aguas cristalinas"
Pista 7. Agosto de 1809:
La Quema de Jerte
Jean-de-Dieu Soult (1769-1851), fue uno de los únicos seis oficiales en la historia de Francia que recibió la distinción de Mariscal General de Francia. Durante su estancia en España, realizó un importante saqueo artístico, aproximadamente 1000 obras, algunas de las cuales las traslado a su domicilio en Paris. A partir de mediados del siglo XIX muchas de ellas, tras acuerdos, han vuelto a España, la mayoría de ellas en el Museo del Prado actualmente.
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A principios de agosto, el ejército francés consigue entrar en Plasencia con el mariscal Soult, Duque de Dalmacia y gran estratega militar, que durante toda la Guerra de la Independencia consiguió victorias muy importantes para los napoleónicos. Durante el mes de agosto produjeron devastaciones en la ciudad placentina y localidades de alrededor a base de saqueos, muertes, violaciones y todo lo que pudiera atemorizar a la población para conseguir su propósito: ocupar el territorio y quedarse con el poder. A ello se sumó la negativa de la localidad de entregar raciones a la petición gala: este fue el hecho que colmó la paciencia francesa y decidieron el ataque feroz de la localidad jerteña.
El 21 de agosto de 1809, unos 2000 soldados franceses entraron en la villa de Jerte arrasando todo lo que se encontraban a su paso bajo la consigna de la quema integral de la localidad. No existe coincidencia oficial en cuanto a fechas pero debemos suponer que duró entre 8 y 15 días al mismo tiempo que destacamentos franceses se mantuvieron cerca de dos meses en la localidad. Mientras tanto, la mayoría de los vecinos habían huido al monte con lo poco que pudieron recoger, siendo espectadores del incendio pavoroso que devoraba a su pueblo y víctimas de hambrunas y fallecimientos ante la carestía y dureza del monte.
Según documentación consultada, de la quema se salvaron seis casas, el Pósito, la parroquia y la torre campanario, hecho éste que puede ser debido a que su construcción era de mampostería siendo las demás reducidas a cenizas por su estructura de madera y que éstas estaban aisladas con lo cual la combustión no hice mella en ellas.
Un cronista de la época relata: “Los jerteños son vencidos, pero no domados, contemplando entre las quebraduras de la sierra, rodeados de sus mujeres con lágrimas en los ojos, el incendio de sus viñas y la devastación de sus queridos hogares, de los modestos albergues donde nacieron…”